miércoles, 12 de diciembre de 2007

El Heavy Metal y la Historia (por Arturo Pérez-Reverte)

Corsés góticos y cascos de walkiria




No soy muy aficionado a la música, excepto cuando una canción –copla, tango, bolero, corrido, cierta clase de jazz– cuenta historias. Tampoco me enganchó nunca la música metal. Me refiero a la que llamamos heavy o jevi aunque no siempre lo sea, pues ésta, que fue origen de aquélla, es hoy un subestilo más. Siempre recelé de los decibelios a tope, las guitarras atronadoras y las voces que exigen esfuerzo para enterarse de qué van. Las bases rítmicas, el intríngulis de los bajos y las cuerdas metaleros, escapan a mi oído poco selectivo. Salvo algunas excepciones, tales composiciones y letras me parecieron siempre ruido marginal y ganas de dar por saco, con toda esa parafernalia porculizante de Satán, churris, motos y puta sociedad. Incluidas, cuando se metían en jardines ideológicos, demagogia de extrema izquierda y subnormalidad profunda de extrema derecha. Etcétera.

Sin embargo, una cosa diré en mi descargo. De toda la vida me cayeron mejor esos cenutrios largando escupitajos sobre todo cristo que los triunfitos relamidos, clónicos y saltarines, tan rubios, morenos, rizados y relucientes ellos, tan chochidesnatadas ellas, con sus megapijerías, sus exclusivas de tomate y papel cuché, y toda esa chorrez envasada en plástico y al vacío. Al menos, concluí siempre, los metaleros tienen rabia y tienen huevos, y aunque a veces tengan la pinza suelta y hecha un carajal, éste suele ser de cosas, ideas, fe o cólera que les dan la brasa y los remueven, y no de cuántas plazas será el garaje de la casa que comprarán en Miami cuando triunfen y puedan decir vacuas gilipolleces en la tele como Ricky, como Paulina, como Enrique.

Pero de lo que quiero hablarles hoy es de música metal. Ocurre que en los últimos tiempos –a la vejez, viruelas– he descubierto, con sorpresa, cosas interesantes al respecto. Entre otras, que esa música se divide en innumerables parcelas donde hay de todo: absurda bazofia analfabeta y composiciones dignas de estudio y de respeto. Aunque parezca extraño y contradictorio, la palabra cultura no es ajena a una parte de ese mundo. Si uno acerca la oreja entre la maraña de voces confusas y guitarras atronadoras, a veces se tropieza con letras que abundan en referencias literarias, históricas, mitológicas y cinematográficas. Confieso que acabo de descubrir, asombrado, entre ese caos al que llamamos música metal, a grupos que han visto buen cine y leído buenos libros con pasión desaforada. Ha sido un ejercicio apasionante rastrear, entre estruendo de decibelios y voces a menudo desgarradas y confusas, historias que van de las Térmópilas a Sarajevo o Bagdad, incluyendo las Cruzadas, la conquista de América o Lepanto. Como es el caso, verbigracia, de Iron Maiden y su Alexander the Great. La mitología –Virgin Steele, por ejemplo, y su incursión en el mundo griego y precristiano– es otro punto fuerte metalero: Mesopotamia, Egipto, La Ilíada y La Odisea, el mundo romano o el ciclo artúrico. Ahí, los grupos escandinavos y anglosajones que cantan en inglés copan la vanguardia desde hace tiempo; pero es de justicia reconocer una sólida aportación española, con grupos que manejan eficazmente la fértil mitología de su tierra: Asturias, País Vasco, Cataluña o Galicia. Tampoco el cine es ajeno al asunto; las películas épicas, de terror o de ciencia ficción, La guerra de las galaxias, Blade Runner, Dune, las antiguas cintas de serie B, afloran por todas partes en las letras metaleras. Lo mismo ocurre con la literatura, desde El señor de los anillos hasta La isla del tesoro o El cantar del Cid. Todo es posible, al cabo, en una música donde el Grupo Magma canta en el idioma oficial del planeta Kobaia –que sólo ellos entienden, los jodíos– mientras otros lo hacen en las lenguas de la Tierra Media. Donde Mago de Oz alude –La cruz de Santiago– al capitán Alatriste y Avalanch a Don Pelayo. Donde los segovianos de Lujuria lo mismo ironizan sobre la hipocresía de la Iglesia católica en cuestiones sexuales que largan letras porno sobre Mozart y Salieri o relatan, épicos, la revuelta comunera de Castilla. Y es que no se trata sólo de estrambóticos macarras, de rapados marginales y suburbanos, de pavas que cantan ópera chunga con corsé gótico y casco de walkiria. Ahora sé –lamento no haberlo sabido antes– que la música metal es también un mundo rico y fascinante, camino inesperado por el que muchos jóvenes españoles se arriman hoy a la cultura que tanto imbécil oficial les niega. El grupo riojano Tierra santa es un ejemplo obvio: su balada sobre el poema La canción del Pirata consiguió lo que treinta años de reformas presuntamente educativas no han conseguido en este país de ministros basura. Que, en sus conciertos, miles de jóvenes reciten a voz en grito a Espronceda, sin saltarse una coma.



Artículo original: XLSemanal


Lo que muchos no sabreis, es de donde le surgio la idea al maestro Reverte para su artículo. Pues vereis, da la casualidad que por Julio de este año, Angainor (ver su blog en amigos) le envió cierta misiva postal que procedo a copiar de su blog (entradas del 12-15 de Julio)


Lo que intento defender es que esta clase de música, y fundamentalmente sus letras, pudieran resultarle interesantes por cuanto se acercan a la cultura, la literatura, la historia, la mitología y el arte de forma intelectualizada, alejándose de la superficialidad y ramplonería de la música ligera comercial que aparece de forma mayoritaria en los medios y que, por conocida, no precisa mayor descripción. Esto contradice la imagen distorsionada que se tiene de los jevis: perdularios politoxicómanos obsesionados por los solos de guitarra, con afición por la imaginería de evasión fantástica, esencialmente pobres y propensos al cutrerío, enemistados con los pijos para toda la eternidad. Afortunadamente, el metal es una clase de música heterogénea, dividido en muchos subestilos (de los cuales algunos sí responden al estereotipo) en los que, al estar alejados de los circuitos comerciales, se valora mucho aspectos como el contenido de las letras o el virtuosismo musical.
A los metaleros nos gustaría que la gente no se quedara en la superficie de los decibelios, las guitarras atronadoras y las voces no siempre nítidas y se acercara con la mente abierta a este estilo de música. Las letras de los grupos de metal constituyen hoy en día un sólido acercamiento de la cultura para los jóvenes, pues están plagadas de referentes históricos, mitológicos, literarios y cinematográficos.
En el metal encontramos canciones que tratan cuestiones históricas de todo tipo, desde la batalla de las Termópilas hasta la guerra de Sarajevo, pasando por Waterloo, Gettysburg, Vietnam, las principales batallas de la II Guerra Mundial y los conflictos de Oriente Medio, sin descuidar el Imperio Romano, la Inglaterra medieval de sajones y normandos, la lucha por independencia de Escocia, las Cruzadas, la piratería caribeña, la Reconquista española, la conquista de América o la Armada Invencible. Los temas bélicos ganan por goleada, cierto, pero a menudo esconden un mensaje pacifista. Incluso los segovianos Lujuria (que fueron acusados de pederastia por una canción en la precisamente ironizaban sobre la hipocresía de la Iglesia en cuestiones sexuales) se han cansado de sus letras rijosas sobre Mozart y Salieri, Príapo y las orgías de Ramsés el Grande y su último disco es un relato pormenorizado y serio sobre la revuelta comunera de Castilla. No faltan las referencias a otros acontecimientos que impactaron a la sociedad como la tragedia de Guyana, el drama del submarino Kursk o el 11-M (y no gracias a un grupo español, precisamente). También se canta sobre personajes históricos emblemáticos de todo tipo y pelaje: Cleopatra, Alejandro Magno, Genghis Khan, Nerón, Popea, Espartaco, Juana de Arco, Napoleón, Drácula, Torquemada, Nietszche, el capitán Lawrence Oates...
Otra piedra angular de las letras en el metal es la mitología, desde los mitos mesopotámicos y egipcios hasta las epopeyas griegas clásicas (han tenido que venir los Virgin Steele desde Estados Unidos para restregarnos pormenorizadamente la saga de la Casa de Atreo o los Manowar a soltarnos su tema de media hora “Aquilles, Agony and Ecstasy in 8 parts”), pasando por el mundo romano y las leyendas artúricas. Pero los que se llevan la palma son los grupos nórdicos, que no se cansan de remitirnos a sus raíces precristianas, con mucha valkiria, mucho Valhalla y mucha crítica a los malotes cristianos. Los grupos españoles también han echado mano a la mitología regional.
Muchos grupos han reflejado en sus letras las historias de la Biblia, la Ilíada y la Odisea o Don Quijote, y por supuesto, los hitos de la fantasía épica contemporánea, como el Señor de los Anillos, el Silmarillion, la saga de la Dragonlance, Elric de Melniboné o Conan. Las adaptaciones literarias van desde el inevitable Tolkien hasta Stevenson, Poe, Lovecraft, Dumas, Shakespeare, Michael Ende, Stephen King, Arthur C. Clarke, Anne Rice, Joseph Conrad... Incluso los portugueses Moonspell basan sus canciones en poemas de su vocalista así como de intelectuales de su tierra, convirtiendo sus discos en una especie de Negro sobre Blanco gótico.
Existen rarezas como Frameshift, un grupo que transmite las teorías de Richard Dawkins sobre la evolución, o Vintersorg, cuyas letras, criadas a los pechos de Carl Sagan, versan sobre cosmología, astronomía, matemáticas y astrofísica y que podría clasificarse como el único grupo de “Punset metal” que existe.
A diferencia de la música destinada a las radiofórmulas, en el metal abundan los álbumes conceptuales, con canciones de más de 10 minutos de duración y cortes instrumentales, narrados y experimentales.
A nivel metamusical, menudean los grupos que se declaran abiertamente deudores de Wagner y otros compositores clásicos, sobre todo rusos, y componen obras épicas muy orquestales y ampulosas, similares a las grandes bandas sonoras de Hollywood. No faltan adaptaciones para guitarra eléctrica de obras de Vivaldi, Grieg o Rimsky-Korsakov. Existe un subestilo en el que se da rienda suelta a la ambientación medieval, usando instrumentos antiguos y tradicionales para adaptar canciones folklóricas, y nos encontramos grupos como los alemanes In Extremo echando mano del Carmina Burana y las canciones del Llibre Vermell de Montserrat. Otros, como Haggard, se decantan por la música renacentista. Destacan también los Apocaliptica, un cuarteto de chelistas que no se ayudan de guitarras ni voces pero cuya música se considera metal de pleno derecho.
Las referencias cinematográficas son otra constante, sobre todo de películas de ciencia-ficción de serie B, épicas o de terror (Star Wars, Star Trek, Alien, Blade Runner, Braveheart, Dune) e incluso obras de arte y ensayo de los años 60.
A nivel político, se pueden encontrar soflamas que van desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Las inquietudes religiosas pasan por el optimismo hiperglucémico de los Stryper, que se consideran a sí mismos soldados al servicio de Dios y pretenden evangelizar a golpe de riff, hasta la defensa del satanismo más o menos autoparódica por parte de algunos grupos escandinavos.
Curiosamente, los grupos con voces guturales producen a menudo unas letras más profundas, filosóficas e intelectualizadas; una especie de poesía introspectiva y existencialista, que puede englobar desde la descripción atmosférica de un paisaje, hasta reflexiones sobre el amor y la muerte, la pérdida de los valores sociales como el honor y la dignidad o la hipocresía religiosa. Eso no impide reconocer que buena parte de los grupos extremos escandinavos componen una música depresiva, violenta, caótica y en general, falta de vitamina D. La anécdota más gráfica que lo atestigua fue la que protagonizó el grupo Mayhem. Su cantante, Dead, hizo honor a su nombre y se suicidó cortándose las venas primero y disparándose un tiro en el cráneo con una escopeta después. Cuando el guitarrista Euronymous lo encontró, no se le ocurrió otra cosa que fotografiar la escena de los sesos desparramados y poner la foto como carátula del álbum Dawn of the Black Hearts. Entonces fundó el Inner Circle junto con algunos miembros de otras bandas noruegas míticas, con la intención de limpiar su país del cristianismo, y recuperar sanas tradiciones vikingas como las matanzas sangrientas y otros ritos autodestructivos brutales. Apenas les había dado tiempo de quemar 22 iglesias cuando Euronymous murió a manos de Vark Vikernes, del grupo Burzum, tras recibir 23 puñaladas por un quítame allá esas pajas. Y es que no sólo en España hay individuos obsesionados con recuperar sus “raíces”.
En cuanto a idiomas, impera el inglés, pero como el metal existe en todos los países que tienen una mínima red discográfica, encontramos letras en casi todas las lenguas europeas incluyendo el feroés, además del japonés, el hebreo o el latín. Incluso existe un grupo, Magma, que canta en la lengua oficial del planeta Kobaïa, que sólo ellos entienden. Y por supuesto, hay coqueteos con las lenguas de la Tierra Media creadas por Tolkien.
Comprenderá usted que los metaleros tenemos razones para sentirnos ofendidos cuando desde la ignorancia se nos dice que el metal es una música de adolescentes, compuesta por unos ruidosos que sólo saben gritar y hablar de Satán, nenas y motos y que esa afición infantiloide se nos pasará con el tiempo. Los metaleros llevamos 30 años escuchando las profecías de que el metal está muerto, que es una moda que pronto desaparecerá, cuando de hecho vivimos una época de ebullición y diversificación de estilos.
En España, como no podía ser de otra manera, el metal es un género ignorado, cuando no maltratado por los medios. Qué esperar de un país donde acusaron a los grupos Tierra Santa y Avalanch de ser filonazis por componer canciones sobre el Cid y don Pelayo, respectivamente.
En España un grupo de metal se puede buscar la ruina si escribe una canción sobre la Guerra Civil o los Reyes Católicos. El mundillo metalero adolece de buenos profesionales; las discográficas prefieren a los triunfitos clónicos, los promotores no arriesgan y nuestros festivales son los más chapuceros de Europa. Grupos noveles de gran calidad se asquean por la falta de apoyo institucional (la música metal no se considera cultura) y sudan sangre para salir del underground, mientras los grupos extranjeros no tienen ningún problema a la hora de exportar sus grupos, y nos llega de todo, incluída la bazofia. Éste es un país de músicos cobardes que tradicionalmente viven a remolque de la música de importación. La ausencia de propuestas innovadoras y la resistencia a cantar en inglés por temor a las críticas repercute en la calidad y comercialidad de los grupos. Además los metaleros españoles son especialmente cainitas y desagradecidos y vapulean por deporte a los grupos nacionales con un ensañamiento desconocido más allá de los Pirineos
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1) RHAPSODY (ahora, Rhapsody of Fire): Lamento Eroico, del álbum Power of the Dragonflame (2002).

¿Qué es lo peor que puede pasar cuando unos italianos se compran unas espadas en Toledo? Pues que quieran amortizarlas. Entonces ponen su propia banda sonora a las crónicas del reino imaginario de Algalord. Lo que ellos bautizaron pomposamente como “Hollywood metal” no es si no un metal épico sinfónico llevado al extremo, con doble bombo a piñón, guitarras aceleradísimas y multitud de arreglos orquestales, salpicados de latines, coros de 70 voces e incluso con Christopher Lee haciéndoles de narrador (y le gustó la experiencia). Lo más tópico sería haber escogido la primera canción de cualquiera de sus discos, en los cuales un glorioso canto épico con marcados estribillos es precedido por coros en latín al más puro estilo Carmina Burana, pero me he decantado por un himno lento cantado en italiano en el que las instrumentaciones de Alex Staropoli y el poderío vocal de Fabio Lione se muestran en su plenitud.

2) RUNNING WILD: Treasure Island, del álbum Pile of Skulls (1992).

Mucho vikingo, mucho dragón, mucha batallita en tierra firme, pero nadie hablaba de piratas. Así que vino Rolf Kasparek desde Alemania para llenar ese hueco con un power metal de riffs inconfundibles. De momento mantienen casi la exclusividad sobre este tema. Desde entonces, navegando sin descanso bajo la Jolly Roger desde Port Royal a la isla del Tesoro, sin olvidarse de mentar a los Conquistadores españoles.

3) MANOWAR: Gods of War, del álbum Gods of War (2007).

Los autoproclamados Reyes del Metal son odiados y adorados por igual debido a sus himnos sobre guerreros inclaudicables y macarradas machistas. Aunque han perdido testosterona desde sus inicios, persiste en su música la crudeza y sencillez de los primeros grupos épicos estadounidenses, que se ha visto desplazada por el barroquismo en las instrumentaciones de los grupos actuales. En su lucha eterna contra el Falso Metal, firmaron el primer contrato discográfico con su sangre y ostentan el récord Guiness por ser el grupo más ruidoso sobre el escenario. Incluso Orson Welles, poco antes de morir, se interesó por estos fornidos muchachos después de escuchar su música y les hizo de narrador en dos canciones, Defender y la violentísima Dark Avenger. El corte escogido es un trasunto de una ópera wagneriana donde la voz de Eric Adams nos lleva a la más que transitada puerta del Valhalla.

4) BATHORY: One rode to Asa Bay, del album Hammerheart (1990).

Existe auténtica fijación por parte de los grupos nórdicos en componer canciones basadas en la introducción (preferentemente la no pacífica) del cristianismo en tierras escandinavas y la añoranza hacia las ancestrales costumbres vikingas. One rode to Asa Bay, de este grupo sueco pionero del black y el viking metal, describe de forma poética y sin estribillos la perplejidad que los primeros mensajes cristianos causaron en las gentes nórdicas, y los hechos que presagiaron la desaparición de los antiguos ritos. En la evolución posterior del grupo, las voces guturales impiden distinguir el idioma en que cantan.

5) IRON MAIDEN: Alexander the Great, del álbum Somewhere in time (1986).

Clásicos entre los clásicos. No hay que buscar muy lejos, entre los grupos underground, para buscar letras inspiradas. Nada como abrir la enciclopedia, y copiar, palabra por palabra, la biografía de Alejandro Magno, sin omitir fechas. Lamentablemente la gente ve las camisetas con su mascota Eddie (una especie de zombie monstruoso) y se cambia de acera, pensando que se trata de un grupo tétrico y ruidoso, cuando hacen un heavy clasicorro bastante flojeras, de carácter inconfundible, leído y sobre todo, gracias a su guitarrista Steve Harris, muy cinéfilo. He elegido este grupo y esta canción por ser pioneros de las letras de carácter histórico y por su talante divulgativo y casi pedagógico.

6) VIRGIN STEELE: Agony and Shame,, del álbum House of Atreus Act I -Kingdom of the Fearless (1999).

Ídolos del metal épico estadounidense: resonancias guerreras con instrumentación muy simple, casi primitiva. Cuando el emblemático David DeFeis abandonó para siempre todo vestigio macarrucio de principios de los ochenta, se sumergió en la abandonada mitología griega y precristiana y necesitó tres romantic-barbaric opeaas para desgranar teatralmente la maldición de la casa de Atreo.

7) THEATRE OF TRAGEDY,del álbum Theatre of Tragedy (1995).

Jamás hubieran existido el doom y el gothic metal sin estos pioneros de decadentes melodías cantadas en inglés medieval, con voces guturales mezcladas con suaves voces líricas femeninas. La combinación de guapas sopranos con arreglos de metal triunfó de forma inmediata y surgieron a su estela multitud de grupos comercialoides con mayor o menor mérito, hasta el punto de que, en ocasiones, la belleza física de la cantante es lo único reseñable del grupo.


8) LACRIMOSA: Halt Mich, del álbum Elodia (1999).

Anne Nurmi y Tilo Wolff, los Pimpinela del Metal. Esta pareja alemana retrata sus amores tormentosos con ambientación gótica, tanto en alemán como en inglés, con la Orquesta Sinfónica de Londres de fondo siempre que se lo pueden permitir. Melodramáticos, teatreros y peculiares.

9) THERION: Asgard, del álbum Secrets of the runes (2001).

Inclasificable grupo de metal orquestal, mezcla de voces masculinas nítidas, voces de ogros, sopranos operísticas, violines, chelos, teclados, guitarras y demás parafernalia, con una puesta en el escenario igual de particular. Interpretan álbumes conceptuales sobre mitología variada. En este caso, con las Walkirias de rigor conduciéndonos hacia el Wallhalla.

10) NIGHTWISH: Ghost Love Score, del álbum Once (2004).

Finlandeses de éxito que empezaron sorprendiendo con su power metal sinfónico con voz femenina operística. Al principio menudeaban las canciones inspiradas en las películas de Disney y otras muestras de fantasía, pero cuando al teclista Tuomas Holopainen le dejó la novia (porque en lo que diablos fuera que le pasó debió de mediar una mujer), miles de metaleros lloraron con las letras depresivas del disco Century Child, que reflejan de forma inmejorable la desesperación de la soledad, la traición y la búsqueda de la inocencia perdida. En el siguiente álbum Once, algo más entero, Holopainen resume todo su dolor en un corte majestuoso donde alcanza su cima como compositor, antes de echar a la emblemática soprano Tarja Turunen a la calle como a una perra.

11) BARÓN ROJO: Tierra de nadie, del álbum Tierra de nadie (1987).

Poco que comentar: los amos indiscutibles del rock duro ibérico de los años ochenta. Mantienen la tradición patria de crear canciones de denuncia social y crítica de la hipocresía de la industria musical, pero a diferencia de otros grupos lo hacen con elegancia y sin recurrir a palabrotas ni macarradas innecesarias. Sus himnos constituyen la base ideológica que han mamado todas las generaciones de jevis clásicos de este país. Y aunque todos ellos suscribirían la canción Hijos de Caín, he preferido rescatar este otro corte menos conocido que resume, de forma inmejorable, la filosofía apolítica, pesimista y lúcida.del grupo.

12) TIERRA SANTA: La canción del pirata (I), del álbum Tierras de leyenda (2000)

Especializados en biografías de personajes históricos, a estos riojanos se les tiene crucificados en España por considerarlos una mala copia de Iron Maiden con letras sacadas de un libro de historia de Vicens Vives. Tuvieron que aguantar que por un par de canciones ramplonas sobre la Reconquista les relacionaran con los skins heads. Pero transformaron la Canción del Pirata en un himno y una balada y consiguieron que miles de jóvenes recitaran a Espronceda a voz en grito sin saltarse ni una coma, que es más de lo que han conseguido 30 años de reformas educativas en España.


Parece que el maestro se lee las cartas que le llegan :)